Cuando nos referimos al ser humano, y lo hacemos como generalidad, en abstracto, nos referimos a una entelequia que no existe.

El ser humano, no existe como tal, solo a nivel fisiológico nos parecemos.

Contamos con extremidades, conductas parecidas pero no iguales, también con un sistema nervioso y una experiencia personal que nos hace pensar.

Pero cada cual, piensa en lo suyo, en lo cercano, en lo pasado o lo por venir. Y, en esto nos movemos eso que llamamos seres humanos.

Eso sí, hay algo que nos diferencia del resto de los seres vivos, y es nuestra capacidad de habla: la palabra.

La palabra nos permite comunicarnos, aunque no siempre expresamos con ella lo que en realidad necesitamos transmitir. Muchas veces la palabra se queda escasa, particularmente cuando se trata de poner en claro nuestras emociones y sentimientos.

No existe el ser humano como tal. Los que existimos somos nosotros, cada cual con sus particularidades,

y siempre en singularidad.

 Somos heterogéneos, y por lo tanto diferentes unos de otros, tanto, que no encuentro exageración alguna

cuando se viene a decir que cada cual es “un mundo”, y un mundo solo accesible por lo que cada uno dejamos ver. 

Y aunque se nos dice iguales… (qué ironía) no hay poder, ni lo habrá, capaz de que esa igualdad se convierta en hecho…