La inquietud
La desazón, la pesadumbre, la congoja,
el desasosiego, la preocupación y otros asuntos emocionales
que conciernen al terreno de lo humano,
son estados que sobrevienen a todos,
y nos ocurren a unos y otros, casi cada día… o más.
La simple relación interpersonal,
ya tiende a producir alguna sensación «nerviosa» ,
porque lo queramos o no, en toda relación,
siempre se pone en cuestión uno mismo
cosa, naturalmente, inquietante.
Estos estados, muchas veces corrientes,
se han ido convirtiendo en molestias
que suelen ser “consultadas”,
y han derivado en trastornos,
sin serlo muchas veces,
simplemente, porque la psicopatología,
siempre que puede, procura aumentar
su menú de enfermedades.
Quizá la OMS, pueda ser cómplice de este asunto,
cuando de manera imprudente,
define la salud -todos lo sabemos-
como el “bienestar físico, psíquico y social”…
sin reparar en lo imposible de su alcance,
de tal manera que como consecuencia de lo que define,
nos ha convertido a casi todos en … enfermos.
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