En psicología, y desgraciadamente en la tarea clínica no se suele desarrollar, del todo, un ambiente aséptico y recogido.

Un ambiente “a solas” entre el paciente y el alienista.

 Siempre, se quiera o no,  interfieren los fantasmas de la  familia (la propia y la ajena) y los convencionalismos sociales

(un pringue que exige una urgente limpieza).

Y esto ocurre así, porque queramos o no, están  presentes en la cabeza de quien nos consulta.

Todo cuanto acordamos con  el  paciente, de  modo explícito o implícito, tenemos que ponerlo luego a prueba

 en el medio real donde se desenvuelve, y someterlo a la sanción o aprobación de los demás.

 El sistema, la cultura, la familia , condicionan  nuestra  actividad de un modo decisorio.

Nuestra aportación, si es que la hay, es el resultado de sumar todos esos elementos intentando no añadir más problemas a los que ya hay.