En Psicología, el no intervenir, más que una técnica… es un arte.

 Es algo que no se aprende en los textos, es más bien, una maestría personal, que no siempre sale como uno quiere: se trata de guardar silencio… para  no decir… pero asegurándose de que el paciente siente que uno… está.

 Sobre todo, en los estados emocionales más dolorosos, es crucial la no intervención: huir de los consejos o del  “debería hacer esto o aquello”.

 Dar un tiempo para escupir el sufrimiento, es una tarea que irremediablemente, supone el intento de separarse de él.

Dar habla a lo que por dentro hiere, y que supone un querer ser entendido y escuchado, es parte del tratamiento siempre, mucho más en las fases agudas de cualquier tipo de sufrimiento. Es aconsejable dejar decir y constituirse en un «confesor» en el que se deposita un dolor que se siente en todo su ser.

 Es una despedida, y como cualquier despedida, supone un tiempo de silencio y respeto.

Una ceremonia de partida difícil, pero no imposible, a la que hay que tratar sin alboroto, sin ruido y sin restar nunca importancia a sus manifestaciones.

Es posible que labor del clínico en estos caso, no sea otra que la de acompañar.

 Y es que, como dice el Dr. Fernando Colina:

“cuando uno está intensamente herido,

cualquier remedio es inhumano”.