Las actuaciones, remiten a la persona que las hace.
Y esto, porque son “indicios” acerca de cómo es él, cuáles son sus intenciones, los motivos que le llevan a actuar, etc.
Mientras las actividades no son intencionales, las actuaciones lo son siempre.
En la interacción, cada uno responde a la actuación del otro por la representación de la intención que le presupone.
Miramos a un desconocido y nos ignora por el desprecio que nos presupone hacia él, o se acerca y comenzamos afablemente a conversar.
Si las actuaciones remiten “hacia atrás”, hacia la persona, no son toda la persona, sino parte de ella.
Algo así como su representante, su delegado para esta actuación.
O si se quiere, el yo con el cual me presento en esta situación concreta.
Y me presento así, para llevar a cabo en ella la representación que viene impuesta desde mí como persona.
En otras palabras, cada actuación requiere que el sujeto se presente en el escenario con el yo más adecuado
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