El ser antipático exige,ante todo, el propósito de serlo. A nadie le sale “de natural”, aunque sí pueda llegar un momento en el que de puro “entrenamiento” adquiera la condición de expontáneo hacer.

 Afecta por igual a los dos sexos, o tres, según, y siempre se  necesita de un otro para su ensayo.

En la intimidad y a solas, se pueden ser muchas cosas, pero no antipático.

Se hace precisa la presencia  del otro para el ejercicio de tal comportamiento.

 No pienso que los antipáticos acostumbren a cargar a sus espaldas salvo un humor entre retorcido y postizo, y con el que viene  a disfrutar solo él…quizá para echar fuera sus demonios y que sucumban en un desfallecimiento radical. 

 Habrá que esperar a que pueda ser que surja, quien sabe, una mala conciencia, de la cual cabe esperar, que alguna vez,  les conduzca al propósito de enmienda.