El Psicólogo
Cabe entender, a veces, el encuentro
entre un psicólogo y quien le consulta,
como una confrontación
en torno al gusto de convencer.
De un lado, se perfila nuestro consultante,
con una convicción sin fisuras sobre lo que le acontece,
del otro, vela sus armas el psicólogo
sumido en un mar de dudas
pero convencido de su tarea.
La única diferencia es
que a quien consulta, le importa un bledo
lo que piensen los demás sobre su padecer,
sabe, perfectamente qué le ocurre,
mientras que el psicólogo
siempre cae en la tentación
de dar buenas razones
y argumentar a troche y moche
el motivo de su mal-estar.
Es su derecho… en cierto modo,
su obligación… hasta cierto punto
pero, sin duda alguna… es su debilidad…
Sin embargo, persuadir
sólo conduce a la sumisión y al servilismo,
y a la sustitución de la verdad por la obediencia.
Hay que sacar de las consultas
tanta invitación persuasora,
y dedicarse a tratar de entender, juntos,
lo que para quien nos consulta significa lo que hace.
Dice William James, que «ser sabio
es el arte de saber qué pasar por alto».
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