Supongamos que estás hablando con un enfermo y que te está afirmando que él no está enfermo, y que además es el director del Hospital y que tú no eres nada.
Entonces, vas y le dices: “Vamos a tomar la medicación que estás mal”.
Uno, podría pensar: “ahora me va a decir que no”. Pero inmediatamente dice todo lo contrario:
“Sí, que estoy muy nervioso, vamos a tomarla”.
¿Cómo se entiende esta respuesta si hace un momento te acaba de decir que él no está enfermo?
Así ocurre, y así pasa.
Por eso, cuando se trata con la locura, conviene “enloquecer” un poco también, proponer cosas fuera de razón y volverse un punto ilógico.
Es la única forma de igualarte y que te atiendan.
Sin embargo, la primera tentación ante la locura es interpretarla y hacer ver que es inconsecuente… pero este no es el camino y además no sirve para nada.
La dificultad es que muchas veces no sabes cómo es la intimidad singular de cada uno y tienes que ir a ciegas, aunque…mejor esto que con un vademécum en la mano
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