La diferencia sexual forma parte de la identidad de cada uno.
Antes, no se nos presentaba una elección de género.
Era algo “irremediable e imperativo”.
En psicología, como en cualquier otra ciencia vinculada al ser humano,
hay docenas de teorías que justifican la inclinación sexual hacia uno u otro sexo, o hacia ambos,
y que van desde el psicoanálisis hasta la antropología-cultural, pasando, como no, por la genética.
Todas van naciendo ante el resurgimiento (siempre han existido) de múltiples identidades sexuales,
que se nos han puesto de manifiesto, en la medida en que ganábamos en libertad de elección,
en esta y otras esferas.
Yo creo, que realmente, no elegimos.
La inclinación por uno u otro sexo, o por los dos, es más una inclinación “animal”, (en el mejor sentido)
que nace de dentro, de ese sitio inaccesible salvo para nosotros mismos,
y que, sin saber por qué,
nos empuja a preferencias dispares, todas ellas lícitas, sin que eso signifique que de vez en cuando,
proporcionen algún que otro quebradero de cabeza, particularmente cuando los deseos se apartan de los pringues
de la costumbre y el conservadurismo.
Dice Víctor Hugo que la primera igualdad es la equidad.
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