Con independencia de que cambie el curso de la interacción, el sujeto parte de una teoría, una conjetura, una figuración en la que intervienen la imagen que el sujeto tiene del otro y la imagen que el sujeto cree que el otro tiene de él.
La relación sujeto-objeto, a partir de tales conjeturas, y figuraciones, es una relación en principio “conflictiva”, merced al principio de incertidumbre.
Incertidumbre que rige respecto de la intimidad del otro, nunca descubierto (ni susceptible de serlo).
Confiar, es una forma de valorar sobre la base de datos incompletos, datos que suponemos, meros indicios que descubrimos del otro mientras observamos, y que convierten la respuesta y propuesta, en este caso de ambos, también en apuesta.
La imagen que el sujeto tiene de sí mismo en cada una de las áreas explicadas, compone su Self (si lo preferimos su sí mismo, ya dicho).
En la psicología “corriente”, y en la vida cotidiana, nos encontramos que muchos de los desarrollos afortunados del sujeto en un área, pongamos por caso en la intelectual, derivan de la deficiencia en otra, por ejemplo la erótica.
Es una cuestión a tener en cuenta de cara a la psicoterapia, entendida en sentido amplio, el hecho de que el sujeto mismo es el árbitro último en el juicio que emite sobre sí mismo.
Esto resulta de especial importancia recordarlo, dado que “la pregunta clave en toda psicoterapia – pregunta que debe hacerse en cuanto surja la oportunidad – es la siguiente: ¿Qué imagen tiene de sí mismo?”,
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