El análisis de las fantasías demuestra que el sujeto no construye un solo yo para cada situación.

El sujeto construye muchos yoes y todos al mismo tiempo.

Una fantasía es una narración en toda regla, en la que el protagonista es desde luego un yo fantaseado.

Pero los demás -los que actúan de comparsa- no son en realidad los otros, sino nuestros otros, también fantaseados.

Cuando alguien fantasea con la ceremonia en la que se le entrega el Nobel, hace (lo crea mentalmente)  “su rey y reina de Suecia”, “su” presidente de la Institución y “su” público.

Esto es, organiza la representación en la que gustará del placer del éxito.

No puede ser de otra manera.

Para eso se fantasea, aunque a veces el éxito acabe con una fantasía de muerte y, tras ella, de inmortalidad.

Pues bien, esos yoes subsidiarios pertenecen al sujeto con el mismo rango que el yo protagonista.

Como en los sueños con un compañero de trabajo, por ejemplo, también ese compañero de trabajo es del soñante, en la medida en que somos los constructores de su actuación..