En la vida diaria, en el trabajo, círculo de amistades, en el ambiente familiar y en otros contextos, nos dicen… recomiendan… aconsejan… como si uno sufriera un ataque de tontuna crónica.
Pero en ocasiones varias, no todo queda reducido a esto sino que además, insistentemente, nos tratan de convencer sobre cuestiones que escapan a toda razón, no solo a la nuestra, sino a la del sentido común en general.
Nos insisten, con segundas intenciones, que es mucho mejor esto que aquello… que ni se nos ocurra coger determinado camino… o que olvidemos el poner en práctica tal o cual decisión.
Monsergas y mojigangas, que la mayor parte de las veces… ya sabemos.
Esto se nos suele hacer a modo de sugerencias, también a modo de indirectas y, a veces, abusando de atrevimiento, de manera incisiva.
A uno, cuando recibe estas “insinuaciones”, y dado por descontado que conocemos bien a quien se toma esta licencia (de otro modo no lo haría), le resulta muy difícil evitar pensar:
¿Pero es que, no se dan cuenta de que ya nos sabemos todos los cuentos que me cuentan?
La libertad de poder elegir, es parte del comportamiento humano, y aunque uno pueda escuchar a sus más próximos sobre sus decisiones, en última instancia, estas, son absolutamente nuestras.
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