La desazón, la pesadumbre, la congoja, la inquietud, la preocupación y otros asuntos sentimentales que conciernen al terreno de lo anímico.
Son estados que sobrevienen a todos, y nos ocurren a unos y otros, casi cada día..
La simple relación interpersonal, ya tiende a producir desasosiego, porque lo queramos o no, en toda relación, siempre se pone en cuestión uno mismo, cosa, naturalmente, inquietante.
Estos estados, muchas veces corrientes, se han ido convirtiendo en molestias que suelen ser “consultadas” con frecuencia, y han derivado en trastornos, sin serlo muchas veces.
Simplemente ocurre porque la psicopatología, siempre que puede, procura aumentar su menú de enfermedades.
Quizá la OMS, pueda ser cómplice de este asunto, cuando de manera imprudente, define la salud -todos lo sabemos- como el “bienestar físico, psíquico y social”… sin reparar en lo imposible de su alcance.
Así es que e tal manera que como consecuencia de lo que define, casi nos ha convertido a todos… en enfermos.
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