La ansiedad es una señal de que algo debe cambiar. 

La ansiedad, suele ser un envoltorio sin desenvolver.

Muchas veces, la ansiedad no es el problema, en tiempos en que lo superficial se hace con el poder.

Más bien, constituye un aviso. Una señal.

Muy desagradable, por cierto, pero una llamada de atención. De ahí, de esa intensa sensación  ingrata, nos viene el medicar las señales sin leer lo que indican.

 En nuestro tiempo, esta epidemia de ansiedad, podemos verla como proliferación de signos, de mensajes, de advertencias de que hay que cambiar. 

De que hay que cambiar cómo nos tomamos las cosas.

De que hay que cambiar nuestros horarios de trabajo.

De que hay que cambiar el absurdo de dedicar una vida a almacenar bienes, y contarlos,

o al absurdo de cuidar el cuerpo, a mirarlo, a adorarlo. 

Dedicar una vida a elegir tener frente a elegir ser, nos trae estos vientos: la ansiedad generalizada.

 Desenvolver el síntoma de la ansiedad, que es tanto como aclarar por qué se presentó en un momento dado de la historia subjetiva de una persona, y por qué se quedó aquí, parece más inteligente que enmudecerla.

 Quizá debido a los vertiginosos cambios a que asistimos, tengamos que pagar este nuevo tributo: la ansiedad para todos.

Lo que no habría que abonar es la práctica sistemática de combatirla mediante el impotente ansiolítico… sin desenvolverla.