Como saber quién soy, conduce a una respuesta compleja.

Nadie tiene una idea de sí mismo, si no es  a expensas de la que los demás le ofrecen.

Esto ocurre así por su inevitable relación con ellos.

El pensar uno mismo, sobre sí mismo, esto es, la reflexividad, surge de la propia interacción con la realidad.

Y la realidad son, precisamente, los otros.

Si yo me presento ante “mi grupo” como distinto, como más fuerte, supongamos, de lo que soy, son justamente esos de “mi grupo” los que no me aceptarán tal cosa.

Incluso, si persistiera en mi actitud,  la propia realidad, que en este caso es “mi grupo”, me confrontaría con “lo que hay”.

Esto conduciría a dos cosas: o bien desisto de mi “pose” ante ellos, o bien me rechazarían por impostor, esto es: por intentar “no ser yo”; o lo que es lo mismo, por querer mostrarme “como otro”.

El sí mismo, la identidad de uno, quién es el que uno es, en otros términos, constituye un complejo en el que tienen que ver las circunstancias surgidas en las infinitas interacciones habidas en el curso de la existencia.

Suponiendo esto y como dice el Dr. Castilla del Pino “uno mismo no esté totalmente conformado como sí-mismo, y que por lo tanto, en la medida en que vamos viviendo y exponiéndonos a la realidad… vamos siendo.