Dice Joan Coderch, que “el sentimiento de identidad, no es algo estático. No es un proceso que se prolonga durante toda la vida.

Por el contrario, podemos definir la identidad, como un continuum de experiencias subjetivas, a través de las cuales cada individuo se asigna a sí mismo una constelación de atributos.

Dichos atributos, a la vez que le asemejan a los otros, también  le distinguen de ellos, de una manera relativamente estable, y que va modificándose a lo largo del tiempo.

Parece quedar clara esa dinamicidad de la propia identidad y no se debe olvidar que esa propensión al cambio, a la evolución si se prefiere, se halla íntimamente vinculada con el contexto socio-cultural en el que nos encontramos.

Podemos definir la identidad a algo que se refiere a una representación que tiene el sujeto de sí mismo.

En psicología, el sí‐mismo,  no es el yo pensante, sino la representación que uno hace de su propia persona.