Lo que más se estima, más incluso que el valor que uno mismo confiere a determinada cosa, es la identidad con los otros. (Somos capaces por “los nuestros” incluso de….).
Los otros, estar con los otros, ser de ellos, no es algo sin importancia sino todo lo contrario.
Ya Maslow nos lo propuso en su jerarquía de necesidades humanas, en las que satisfechas las fisiológicas y de seguridad, las de filiación conformaban el escalón siguiente como principal.
Por eso, el sentimiento de pertenencia al verse quebrado, no es sentido solamente como una pérdida del amor de esos otros hacia mí, lo que se teme, además, es la pérdida de la seguridad de todo lo que el afecto de esos otros supone, en la medida en que me sienten uno de ellos, y si disiento, me puedo quedar “solo”.
De no ser como ellos, quedo sujeto al inseguro destino que yo mismo me forjé en mi aislamiento y en la lucha contra ellos. Porque, como ya hemos dicho, si no se está a favor, se está en contra.
Baltasar Gracián decía: “Sentir con los menos y hablar con los más”, como una forma aconsejable de actuación en el mundo, porque… “Tiénese como agravio el disentir, porque es condenar el juicio ajeno”.
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