Ante las formas y maneras de lo que es educado decir o hacer en las distintas situaciones que nos son a todos exigidas,
están particularmente las cargadas de ceremonia.

Dilucidar la verdad o no de lo que decimos y se nos dice, es innecesario.

Las buenas maneras, no son sino discursos, la mayor parte de las veces hipócritas, que dejan de serlo por consensuados.

 Hay engaños, que no vienen a ser tales, como ocurre con los que todos usamos en materia de cortesía.

En ellos, ni siquiera cabe indagar sobre la autenticidad del trato recibido… porque ya sabemos que es incierto.

 Fatalmente, todos engañamos, aunque para descargo de algunos, hay quien lo hace adrede y otros sin querer.

Y esto, porque los hombres, no somos idénticos a nosotros mismos, ni por la imagen que damos, ni por la forma de presentarnos… distinta según la situación.

Desde este punto de vista mentimos, pues solo lo inanimado “es lo que es”.

Al fin y al cabo, los humanos, nos proponemos ser, esto es, representamos y, como toda imagen, solo en alguna medida tiene parecido a su original.