Cuando enfermamos la eterna dualidad, cuerpo y alma, se amalgama en una solo.

 Es indiferente que sea nuestro cuerpo o nuestra mente la que se vea afectada, ambas partes sufren al unísono,

provenga de donde provenga el dolor.

 Nada está tan conectado en el ser humano como su vida física y su vida mental.

Una, depende de la otra por mucho que la historia se haya ocupado de intentar separar lo que, de por sí, no es posible.

 Cuando uno enferma, enferma por entero, cosa que parece olvidar la ciencia convencional cuando, como es costumbre en ella, se dedica a tratar la enfermedad (de la piel, del hígado o de los huesos) como si esta no perteneciera a alguien.

 “La enfermedad se siente… la salud no”.