La persona y sus yoes, constituyen en todas las ocasiones la manera de manifestarnos.
Algunos de estos yoes, no vuelven a ser usados, porque no hay ocasión para ello, o porque no deben ser usados.
Los motivos del sujeto para esta abstención son muy varios: intelectuales, morales, estéticos, y, si se puede decir en una sola frase:
se tratan de yoes desafortunados con los que el sujeto “no logró el propósito pretendido” en su actuación, por lo tanto, “no me sirven”.
Otras veces se trata, con mayor o menor eficacia, de destruir tales yoes (mediante formas racionalizadas de negación: “no hice así”.
Por último, las más de las veces se asumen y se almacenan.
Esto ocurre porque hay una memoria de yoes, la memoria evocativa, lo que llamamos evocaciones, en las cuales el sujeto no se limita a recordar la situación que vivió, sino a él mismo re-viviéndola.
Los yoes imaginados, no siempre son exteriorizados ni puestos en escena.
Pueden ser inhibidos ante el temor del sujeto a su fracaso con ellos, o sencillamente porque, al verificarse la relación con el contexto, se advierte que no tienen ya “razón de ser” porque el contexto es muy otro.
En este sentido hay que aludir, aunque someramente, a los espacios o contextos de actuación del yo que podemos resumir en los siguientes:
Los espacios y sus yoes
Por un lado, el de los contextos públicos, hechos por y para la exhibición.
Por otro, el de los contextos privados, hechos por y para aquellos a los que se autoriza el paso a un contexto de posible aunque no permitida observación por parte de los extraños a él.
Por último, el de los contextos íntimos, que son a su vez de dos tipos:
a) el de los yoes imaginados como proyectos o prolepsis de yoes, que se quedan en tal, pero que tienen, por decirlo así, su pie en la realidad, su contacto con ella, como no puede ser de otra manera.
b) el de los yoes fantaseados.
La distinción entre imaginación y fantasía, queda de alguna manera definida así: Los yoes imaginados o proyectos de yo son completamente distintos a los yoes fantaseados.
Imaginación y fantasía son dos actividades mentales distintas y con funcionalidad dispar.
Imaginamos sobre la realidad; fantaseamos de espaldas a la realidad, sustituyéndola”.
Pues bien, construimos -y a la perfección- yoes en nuestras fantasías cuando nos apartamos de la realidad y abdicamos momentáneamente de proyectar cualquier actuación sobre ella, dedicados a soñar despiertos realidades virtuales.
Mientras que en el mundo imaginado, no se pierde el contacto con la realidad, precisamente porque se aspira a actuar en ella a continuación, y lo más eficazmente posible, con la fantasía no es así.
En ésta el sujeto se mueve “a su gusto”, construye el yo literalmente “a su placer”, porque la fantasía es la realización fantástica y vicariante del deseo que de otra forma, es decir, fácticamente, no puede lograrse en la realidad.
Los yoes fantaseados tienen de común el hecho de no ser perturbados por nada ni por nadie.
Las fantasías son ensoñaciones compatibles con el estado de vigilia, no precisan modificación alguna impuesta desde fuera del sujeto de la fantasía.
La “realidad” fantaseada es una construcción al servicio del sujeto, en la que, por tanto, nos fantaseamos al mismo tiempo que fantaseamos con los demás. Son yoes íntimos a los que nadie tiene acceso más que uno mismo.
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