La psicoterapia
Cabe entender el encuentro del terapeuta con quien le consulta
como una confrontación en torno al gusto de convencer.
De un lado, se perfila el enfermo, artífice o víctima – según lo valoremos –
de una convicción sin fisuras… (a mí lo que me pasa es que ……)
y del otro, vela sus armas el terapeuta
sumido en un mar de dudas pero convencido de su tarea.
La única diferencia no se observa tanto
en el contenido de la convicción y en su grado,
como en que al enfermo le importa un bledo
lo que piensen los demás sobre su “mal”.
Mientras… el terapeuta, siempre cae en la tentación
de dar buenas razones y argumentar a troche y moche.
Algunos piensan que esta es su obligación (hasta cierto punto),
pero, sobre todo y sin duda alguna… es su debilidad.
Hay que tener muchísimo tacto en cualquier psicoterapia,
porque persuadir sólo conduce a la sumisión y al servilismo,
a la sustitución de la verdad por la obediencia.
Yo creo que hay que dejar ser,
porque, al fin y al cabo, uno es… lo que ha ido siendo.
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