Lo que mostramos y somos en una actuación adecuada es una actuación contextualizada.

Es decir, es para una actuación concreta y específica, en un lugar determinado y en un acontecimiento concreto.

Para conseguir esta adaptación la persona modifica su forma de la relación, de manera que adaptarse conlleva modificar la realidad para adaptarla en lo  posible a uno.

La adaptación se pacta con la realidad, en la medida en que adaptación es intercambio con un sentido.

No es cierto que la persona sea invisible.

Por lo menos no lo es en su totalidad, sino parcialmente.

Cuando la persona se relaciona con los demás, se deja ver, o sea, se expresa.

No es que por un lado exista la persona y por otro su expresión (como en el pensamiento tradicional: por una parte el alma, el espíritu -incorpóreo-, por otra la manifestación corporal de éste), sino que la expresión es el la persona, si bien la parte a de él que deja ver y puede ser vista.