En lo que respecta al matrimonio entre iguales, y conociendo que los avances técnicos no se han acompañado nunca de ningún avance moral, nos preguntamos cuál será hoy el signo verdadero del progreso.
Parece, que solo los avances técnicos, son dignos de publicidad y de amparo venemérito de la sociedad en su conjunto. No digamos del sector científico, que siempre enarbola sus banderas ante este tipo de progresos.
Y, por qué no decirlo, claro que los avances en la ciencia, nos atañen a todos, y todos los agradecemos.
Y, aunque no en todos los casos nos hacen la vida más fácil y cómoda, no todos se extienden al ámbito social general.
Me refiero, a aquellos progresos que suponen la conquista del espacio (que es, por el momento, infinito), y otros de similar alcance.
Menos importancia parecen tener, los avances éticos y morales, que, normalmente, cuentan con un alcance más limitado y menos amplio de aquellos que consideramos como progreso de la Ciencia.
Así pensando, cabe preguntarse si el matrimonio homosexual, o de cualquier otro tipo, no será hoy la más elevada señal de adelanto y progreso de la que dispone Occidente.
Y esto, porque bajo su ley, supuestas anomalías pierden su color patológico, y quedan excluidos de lo que no hace tanto se considerara aberración cuando no enfermedad.
Hoy en día, incluso, el debate sigue saliendo a la palestra, pues debemos de considerar que aún hay por parte del ámbito sanitario que sostienen esta hipótesis.
No digamos del mundo eclesiástico, que ve con auténtico horror estas conductas, considerándolas desviaciones susceptibles de un tratamiento.
Observamos, civilizadamente que:
Los instintos dirigidos a la conservación de la especie quedan gobernados hoy al sencillo placer de los amantes.
El círculo de la ternura se agranda.
Las diferencias se civilizan.
El deseo, único motor del ser humano, se amansa prolongadamente.
Tiene un punto agresor, y es la intervención legal que requiere la supervisión del amor de los amantes en un acto formal.
Una igualdad frente al resto de matrimonios, sean del color que sean, parece cuando menos, un equilibrio entre los géneros, y, bien mirado… esto también tranquiliza las diferencias.
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