En uno mismo, ocurre que las personales adscripciones, esta vez propias (mi religión, mi orientación política, mi orientación sexual…), forman, al ser mías, una parte de mi auto-concepto,  esto es, de lo que soy, debido a que me reconozco dentro de unos cánones y límites de esas “agrupaciones”, a las que pertenezco, y así, uno mismo, se autoforma fronteras culturales respecto de otras personas y sectores que no encajan dentro de su marco identitario; o sea, elige en sí mismo y en los otros, bajo su óptica identitaria. Como pertenecer a una categoría, la que sea,  implica ser cierta clase de persona, con determinada identidad básica,  esto también implica el derecho de juzgar y ser juzgado de acuerdo con las normas pertinentes para tal identidad y, por lo tanto, pre-juzgamos.