¿Qué es el deseo?

Hoy, como siempre ha sido,
toda satisfacción
se acompaña inmediatamente de un decaimiento,
porque hay que volver a poner en marcha de nuevo
el mecanismo insaciable del deseo.

Los pensadores clásicos lo decían perfectamente.
Aristóteles, por ejemplo, dejó escrito que
“después del amor,  todo animal,  está triste”.

Puede parecer una exageración pero hay que tener cuidado,
porque cuando se obtiene una satisfacción,
de repente hasta que se llega a tener la siguiente,
hasta que se vuelve a tener apetencia
habrá un periodo de desinterés, de apatía.

Ahora esa tristeza natural está muy mal vista,
en algunos casos se tilda de depresión
y quienes la sufren
quieren un tratamiento resolutivo e inmediato.

Existe una maldición gitana que dice:
¡Ojalá se cumplan hoy todos tus deseos!.
Es un dicho que capta muy bien este asunto,
porque viene a decir que vas a ser un desgraciado
dado que te vas a quedar sin deseos.

Si no se tienen deseos
se pasa a una posición de melancolía.
Ya no tienes nada que desear, lo has conseguido todo.
Ya no tienes falta…  Si no tienes falta,  no tienes deseo.

Si uno lo piensa,
y pido disculpas por un símil
que hoy pueda ser poco afortunado,
en la relación con el otro… cualquier otro,
convendría tener presente
algunas cosas de la tauromaquia:
para “lidiar” con alguien,
sea quien sea,
lo primero que conviene hacer
es medirle, observarle, recogerle.
“hacer unos pases”,
tomar conocimiento de cómo “embiste” y por donde,
qué terrenos y territorios le gustan
para tratar de llevarle a ellos;
cuál es la distancia física adecuada:
si conviene dirigirse a él de cerca, o de lejos;
y lo que es más difícil: la distancia interior.

Esto, que vale para los toreros,
vale también para la vida… y los que en ella estamos.