En psicología, conviene muchas veces, muchas, saltarse a ratos los aspectos vividos que por circunstancias muy variadas, no conviene recordar.

 Son experiencias que, en la vida de cualquiera, es mejor conservar para la intimidad propia.

Mejor no darles luz, ni siquiera  privadamente.

 Suelen constituir estos recuerdos, coordenadas biográficas irrevasables, cuya rememoración puede hacer más mal, que bien.

Sobre todo cuando el recuerdo se prolonga en exceso y con difusos límites.

 Cuando uno no quiere, o no debe recordar, lo mejor, y más indicado, es: no recordar, porque hacerlo es una buena manera de vivir sufriendo.