Hoy, el positivismo, ha venido a desplazar a todo aquello que huela a lo anímico, emocional o mental. 

Particularmente en el entorno de las enfermedades psíquicas, que muchas veces son tildadas así… sin serlo.

 Toda alteración personal, parece consecuencia de algún desorden en alguna «neurona pontifica», sucesora de la glándula pineal, (pequeño sitio cerebral de apenas 5 milímetros de diámetro), pero «decididora última» o ejecutora central de nuestras conductas… dicen.

 En fín, que se tiende a confiar por parte de la ciencia en que algo como un guisante es cuerpo rector de nuestras vidas…¿?

 El cerebro, se ha convertido, sin razón suficiente, en el desencadenante de los estados del alma sin que haya sido invitado

a ingerencias que nada tienen que ver con su función.

Son los tiempos modernos, que prefieren lo tangible y visible a lo intuitivo, íntimo e inmaterial.

 Dicen que la intuición no es bastante argumento para decidir…

otros pensamos, que la intuición… «es la razón acelerada».