La angustia, es obvio, que es un fenómeno expresivo, como lo es así mismo la tristeza y la inhibición.
Ser expresión es, naturalmente, ser expresión de algo, para algo y desde luego por alguien.
Por eso la angustia “por nada”, o la angustia “ante nada”, implica una falsedad, y una atribución de la angustia a “no se sabe qué…” incierta”, y por lo tanto falsa.
Siempre hay algo: un motivo para la angustia. NO existe la angustia inmotivada.
Pero: ¿para qué sirve la angustia en el paciente? ¿Para qué se expresa, esto es, para qué se hace visible? La respuesta, es simple: para alarmar.
La angustia, tiene como finalidad alarmar al sujeto, y por tanto exigirle que arregle cuentas consigo mismo.
En definitiva: la angustia surge, porque debe ser tratada y superada.
Debemos reparar en el carácter de necesidad que la expresión de la angustia posee.
Esa necesidad de decir sobre mi angustia, cumple con un cometido social y de relación, ya que es señal de algo para otro. Además, es señal de algo que necesariamente ha de ser notificado…
En definitiva, la angustia, busca ser comunicada.
La angustia lleva al sujeto a un imperioso hablar al otro sobre aquello que le angustia
Toda idea (angustiosa en este caso), con independencia de que exprese algo cierto o falso, es real, y debe ser explicada dentro del contexto de la realidad a la que pertenece; en este caso dentro de la realidad del paciente.
El gran mérito del psicoanálisis, es precisamente considerar “que lo ilógico, tiene psicológicamente igual categoría, cuando menos, que lo lógico.
Por eso no puede ser desdeñado como un producto meramente de un trastorno, si de lo que se trata es de describir aquello que tiene significación para la persona.
Así, las ideas sobrevaloradas (“no tengo remedio”, “estoy completamente solo”, “nunca me voy a curar”), podrán ser o no ser falsas, pero son reales y por lo tanto poseen una significación en y para él.
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