Tranquilidad, viene del latín, y se traduce como cualidad de estar calmado.

 Hoy, parece al menos, la gente busca tranquilidad, sosiego, quietud, calma…

 Buscarlo supone, de alguna manera, su pérdida. Hemos sustituido la paz por otras cosas, menos reconfortantes: hoy casi todo es urgencia, aceleración, risa, estrés, inmediatez…

Cosas que muchas veces se adjetivan, por todos, como innecesarios.

 Nada se hace mejor con prisas.

Nada sale mejor si el apabullamiento, del “esto es para ayer” se impone ante una quehacer, que requiere dedicación, sea cual sea.

Se nos ha olvidado la palabra despacio, que en ningún caso significa lentitud, sino dar el tiempo necesario a lo que hay que hacer… bien.