Hay un sentimiento, que es la envidia, que es una de las enfermedades

(en el sentido amplio de la palabra) más terribles que pueden acontecer al ser humano.

Porque cuando un sujeto envidia a otro, lo que le molesta, no es lo que el otro haya conseguido, sino lo que el otro es (y por lo tanto lo que yo no soy) y lo que ha sido capaz de hacer.

 Pero hay algo más.

Cuando se envidia a otro, no son sus logros los envidiados.

 Lo que se envidia realmente, es no poder ser como el otro, lo que conlleva, seguir siendo el que se es.

 Realmente, el deseo está en dejar de ser como se es, y ser el envidiado.

No es una patología, como tal la envidia, pero sí perturba a quien la padece, y en no pocas ocasiones, se consulta por el malestar que produce en uno mismo.

Envidioso y envidiado, son partes complementarias. 

Pero mientras que el envidiado casi nunca es consciente de serlo, el envidioso padece esa conciencia de querer ser como a quien envidia, y de ahí que consulte sobre esa emoción, la mayor veces oculta.

La envidia, no se comenta con los nuestros, como ocurre con otras emociones, sino que se atrinchera en uno mismo, teniendo así que soportar el padecimiento que produce.