El cristianismo y los deseos

El cristiano,
se lleva mal con los deseos.
Sobre todo con el deseo sexual,
y sus trastornos,
al que siempre ha revestido de culpa,
de pecado, o de propuesta de ascetismo y celibato.

El cristianismo se siente muy incómodo ante él.
No solo por los actos de placer
sino también por su presencia en las intenciones…
en eso que dicen… malos pensamientos,
y sin embargo, como muchos, es un deseo ineludible.

No ha ocurrido así con otros,
como por ejemplo el deseo de poder.
A
ntes al contrario,
cristiandad y poder,
siempre han hecho buenas migas.

Ante el deseo,
hay dos modos de entender la vida.
Una, dejarse vivir pasivamente;
y otra, tratar de guiarla activamente,
intentando diseñarla y fabricarla.

El deseo hay que construirlo.
Si no fabricas una espera, el deseo zozobra,
y para alcanzarlo,
hay que trazar un plan
mezclando la lentitud y el diseño.

La ambición, la gloria, los ideales…
también pasan por entero por nosotros.
Todo deseo es sentido y hablado.
Es cuerpo y cabeza.