¿Quién soy yo?. Quien soy de entre todos…
Qué somos.
¿Qué es el sujeto?… no qué es, sino… ¿quién es?
El sujeto es aquel que, por lo que hace, llamamos alguien, y se le reconoce, pues, a través de lo que hace. De otra forma: todo lo que hace el sujeto remite a un “quién”.
“Algo se ha hecho, y no decimos qué lo ha hecho, sino quién lo hizo… Para una actuación amorosa el yo que el sujeto construye es distinto al que construye para trabajar o ir de excursión o leer una novela. El yo se muestra diferente en cada actuación que el sujeto le manda: amar, trabajar, pasear, leer… Todas son funciones ilocutivas del sujeto con la intermediación del yo. Los yoes son siempre para la ocasión.
Esta epistemología del sujeto, como órgano constructor y de-constructor de yoes, permite considerar bajo perspectivas más precisas la multiplicidad de uno mismo: múltiples yoes y un solo sujeto.
El sujeto, hace yoes, y en este sentido, cada yo es un acto del sujeto. El yo es el equivalente a la locución en un acto de habla; y con el yo el sujeto hace; con el yo el sujeto provoca.
Somos todos los yoes que hemos hecho, los que hacemos y los que podemos llegar a hacer. Hay algo dramático en todo aquel que, inútilmente, se empeña en repudiar algunos de sus yoes.
Aún con todas sus resistencias, la aceptación de los yoes, los que sean, amplía las posibilidades del sujeto y lo prepara para el control de los mismos en sus actuaciones. Es más fácil controlar las actuaciones indeseables de un yo en el que nos reconocemos, que el de aquel que termina extrañándose con expresiones de este tipo “¿cómo he podido hacer esto? o ¡yo no he podido hacer esto!”. Hizo “eso” precisamente porque no supo a tiempo que también podía hacerlo. La aceptación de la totalidad de los yoes – ridículos, sensatos, morales, inmorales – es fundamental, porque implica saber de uno mismo, de las posibilidades creadoras del sujeto respecto de sus yoes; en suma, de su (auto)biografía.
En la vida diaria y naturalmente en la consulta, más tarde o más temprano, surge la pregunta en torno a quién es uno mismo. Nos preguntamos o nos preguntan sobre “¿quién es uno?», “¿quién soy yo?”.
Al Dr. Ávila Espada, Catedrático de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, le he oído decir que «… preguntar quienes somos… deja siempre una estela de silencio…».
¿Quién soy yo?
¿Quién soy yo… para mí?
¿Quién soy yo… para ti?
¿Quién… dicen los demás que soy?
¿Quién de todos los que me dicen…soy?
En la clínica, casi siempre visitamos esos otros yoes que uno tiene; también los que se fue y por supuesto los que se querrían y podrían ser. Son yoes que unas veces se conocen y que otras… se van descubriendo porque han sido olvidados, o porque no se quieren recordar, o porque han sido silenciados y pensamos que no se deben decir… tres opciones que se repiten… y en la vida de todos.
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