Ante la vida y la muerte

Las costumbres que regulan nuestro trato
con los momentos finales de la vida
han cambiado y mucho.

Hablo de no hace tanto, pues simplemente
en el siglo pasado (y anteriores)
las personas se arremolinaban con gusto
para asistir a la agonía del enfermo
(algo que algunas producciones cinematográficas
aún dejan ver). 

En cambio, y he aquí la paradoja,
se huía como de la peste de los nacimientos,
porque la muerte se sentía, para nuestra sorpresa,
más presente ante un recién nacido que ante un muriente.

Hoy, es al revés.
el enfermo muere solo,
sin ni siquiera su sola compañía pues suele ser sedado,
y el naciente, por el contrario,
se celebra incluso en los propios paritorios
con asistentes que
hasta pueden grabar el momento de la eclosión a la existencia. 

Circunstancias ambas que han cambiado… tanto,
que morir se ha convertido en un acto administrativo,
sin más,
y nacer, en un ceremonial compartido y celebrado
con parteras, facultativos, amigos y familia.

Lo que son las cosas…