El Sujeto: la persona objeto de estudio de la psicología.
Todos lo sabemos: Psiquiatras, psicólogos y psicoterapeutas trabajamos con sujetos. El concepto de sujeto, no resulta fácil de encontrar en los tratados de la psicología oficial y si tuviéramos que definirlo, lo concebiriamos como “aquel sistema del organismo receptor de sensaciones, intérprete de  intenciones y productor de acciones significativas, de acciones que tienen sentido”.

No es una banalidad que sobre cosas que vemos, tengamos que interrogarnos qué son. De hecho éste es el cometido, inicialmente al menos, del quehacer científico, aparentemente ingenuo, pero que en el fondo revela el descontento, el desasosiego ante la propuesta obvia de que las cosas sean  como vemos,  que sean (que existan si se quiere)  porque están ahí, o que son como pensamos que son,  porque las hemos pensado así siempre.

Como hipótesis, un sujeto es aquella parte del organismo que como sistema establece relaciones significativas con la realidad o consigo mismo. “El sujeto es el sistema del organismo (subsistema en el orden categorial, respecto del organismo como sistema) receptor de sensaciones e intérprete de intencionalidades, así como emisor de actuaciones con sentido e intencionalidad”.

 Desde el punto de vista psicológico no se es persona  -que es un concepto jurídico, religioso, moral- aunque lo utilicemos como sinónimo, sino sujeto. Sujeto de actuaciones, es decir, un sistema del organismo que hace posible un tipo diferenciado de actividad, distinto al de respirar, digerir, etcétera, y que son conductas, esto es, actos intencionales, actuaciones con propósitos.

En los contextos sociales, donde es usual la consideración de sujeto, se sustraen del sistema de relaciones constantes en las que se resuelve uno mismo, aquéllas que se refieren a actuaciones codificadas, y se habla de sujeto del delito, identificándolo con el de persona jurídica. Persona se corresponde en tales casos con un determinado hombre o mujer. Pero no tienen que coincidir necesariamente y siempre hombre o mujer  con sujeto: un hombre o mujer en estado de coma no es sujeto; tampoco lo es el recién nacido, y habría que preguntarse si un paciente con Alzheimer lo es.

Ser sujeto, o mejor, hacer de sujeto consiste en establecer relaciones significativas con los objetos (decir objeto significativo es redundante, porque solo llega a ser objeto aquello a lo que se le hace significar, porque lo veo, o lo toco y desde que ha sido visto y aprehendido; no antes y no sin dicha aprehensión).

 El sujeto, en consecuencia, aparece no a modo de un órgano, sino como una función que el ser humano lleva a cabo para su adaptación al mundo -no al entorno, si entendemos por entorno el medio fisicoquímico- sino al “mundo” como realidad significativa, como realidad dotada de sentido. Adaptarse (el sujeto) es adecuarse semánticamente –esto es, con significado – a los objetos de la realidad que construimos como situación o contexto. Desde este punto de vista, la realidad es contexto, situación; un constructo en el que hay que actuar de acuerdo a determinadas reglas: las reglas contextuales que de alguna manera nos han venido regaladas o donadas y que no siempre coinciden con las que deseamos o pretendemos desarrollar.