¿Quién es el otro?. Todas las teorías que nos imaginamos respecto de una persona (de un sujeto), solo  son  verosímiles, esto es, solo posibles pero no ciertas; y esto porque para el sistema-sujeto rige el principio de incertidumbre, de forma tal que el sistema hace según el observador le hace hacer, en este caso, según el interlocutor, que evidentemente es parte de la situación relacional.

El sistema-sujeto es cualquier cosa menos un sistema estable. Un sujeto, yo mismo, “hago de” A, o de B, o de  C, según que mi interlocutor haga de A’ ó  B’ ó  C’. El sistema-sujeto se hace P; se deshace de P para hacer de Q; se deshace -si es el caso- de Q para hacer de… , y esto, de una forma dinámica, y en función del comportamiento del otro que conmigo establece relación.

La cuestión que puede plantearse, además de otras, es ¿se miente por eso? ¿Es que el sistema-sujeto es intrínsecamente mendaz? No hay lugar aquí para el concepto de mentira, ya que la mentira, es una categoría antropológica, no coherente en este discurso. El sujeto no es un mentiroso, aunque se comporte en según que momento de manera diferente.  El sujeto es cambio. Como, en otro orden de cosas, el metal que se oxida o se sublima, el animal que muda de piel o cambia su color, el sujeto hace-de en el contexto en el que con dicha actuación pretende adecuarse al mismo, y de manera distinta si el contexto cambia y resulta ser otro.

El sujeto es naturalmente versátil y esta versatilidad no le convierte en mendaz, aunque sí puede serlo… si quiere o es necesario, como una forma más de adaptación.

Por estas razones,  el sujeto, como sistema, requiere constantemente ser interpretado. Y el agente de la interpretación siempre es el otro: otro sujeto.