¿Quienes somos?
Una pregunta de muy difícil respuesta. Lo cierto, o al menos lo que parece cierto, es que se interpreta la conducta de los demás, incluso la de uno mismo, porque no se puede explicar. Toda interpretación es, pues, auto-insuficiente. Esta auto-insuficiencia interpretativa exige de la persona aprender a manejarse en un sistema de relaciones para el cual, por axioma, no cabe completitud. Con otras palabras, la interpretación es nuestra in-suficiencia. Ello significa necesariamente la renuncia al control del otro, el aprendizaje de que la interrelación humana no es cierta, sino probabilística y consecuentemente incierta, aunque libre; esto quiere decir, que debemos asumir una teoría abierta del otro y, por tanto, una teoría abierta de nosotros mismos.
Esta amplitud que de nosotros y del otro respecto a la incertidumbre que representa el conocimiento de uno mismo y el de los demás, dado que nos movemos en inferencias y probabilidades, siempre suscita una icógnita alrededor de la Identidad, y una pluralidad que nos lleva, a ese dicho tan popular aunque no por ello menos cierto de que… “no somos nadie”.
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