¿Por qué nos interesamos por los demás?

El campo de cualquier persona, entendido aquí campo como lugar de acción (como situación si se prefiere, y téngase presente que siempre estamos  en una situación), en analogía al campo visual, es un campo interpretativo, resultado de la selección de aquello que percibimos y que interpretamos para su transformación en interpretados, esto es, en objetos que significan – tal o cual cosa- para mi.

Este proceso conlleva la subsiguiente negación de otros objetos, que también son percibidos o lo pueden ser, pero que selectivamente, no se interpretan. Se logra así, por parte de la persona, la importancia que para el tienen los objetos en os que fija su atención. El campo a interpretar es, en suma, la situación en la que estoy dentro de un contexto, y en la cual me fijo, o llama mí atención.

Interpretar dicha situación o dicho contexto incluye, como no puede ser de otra manera,  la interpretación de mi actuación y, por tanto, de mí mismo. Toda interpretación de algo o de alguien implica auto-interpretación de la actuación del intérprete.

 Una observación respecto a lo interpretativo: nos interesa el proceso interpretativo, no en cuanto generador de interpretaciones necesariamente correctas, sino cualesquiera que sean, independientes, por tanto, de sus valores de verosimilitud. Para la interpretación no rigen los valores de verdadero o falso,  sino valores de verosimilitud, bien entendido que algo es verosímil, cuando tiene apariencia de verdadero (pudiéndolo o no serlo), o porque resulta creíble por no ofrecer carácter alguno de falsedad (aunque el que no ofrezca carácter de falsedad, tampoco confiere a aquello que interpretamos carácter de verdad).

Siempre estamos interpretando, y por lo tanto, la posibilidad de error en aquello que suponemos, no solo es posible sino que cuenta con muy alta probabilidad.

Hay que ser cautos.