El objeto de la angustia, es borroso, impreciso, y no está organizado como un temor concreto a algo, como es el caso, por ejemplo, de las fobias.

El pánico puede ser tan intenso que el paciente llegue al desplome, al colapso psíquico y a la incapacidad para sostenerse. El sujeto está persistentemente ansioso, agónico, tenso, como si en todo momento tuviera que dar todo de sí.

Si escucha: lo hace con ansia. Si habla: lo hace atropelladamente. Si anda: lo hace incontroladamente. Si descansa sentado: lo hace moviéndose. Todas estas manifestaciones de conducta, es decir conductales, se acompañan de síntomas aconductales: tensión arterial alta, trastornos respiratorios, trastornos abdominales, náuseas, vómitos.

¿Ante qué se angustia la persona? La persona se angustia, ya se ha dicho pero conviene insistir en ello, ante la posibilidad (no ante la realidad).  La diferencia con el miedo, es que el miedo se siente ante un objeto concreto y preciso (a las alturas por ejemplo).

En la  angustia no es así: la angustia surge ante algo posible o de posibles consecuencias. Pero lo posible, es también lo que no es, sino que  puede ser, y por tanto, lo que es tan solo un objeto imaginario (imaginado) y de consecuencias también imaginarias (imaginadas). El objeto de la angustia, es pues un objeto fantástico.