La persona no conoce pasivamente, ni la actividad cognitiva – esto es informarse, percibir, pensar, recordar – tiene su motivación en sí misma.

Lo que ocurre es que  la expresión, está al servicio de otra actividad del sujeto.

Esta actividad primaria del sujeto es la de desear...

La persona está siempre deseando.

Éste es uno de los descubrimientos que se señala como definitivo.

El deseo sería, desde este punto de vista, el motor de unos y otros.

Se puede muy bien decir: “es porque deseo… por lo que conozco”.

El contexto de cualquiera sea el tipo de relación intersubjetiva, la estrategia se resume en esto: el sujeto desea hacer de forma que pueda ser deseado por del otro.

En el intento de suscitar el deseo del otro muestra el sujeto su deseo de ser deseado.

Para él -y no es un juego de palabras- el sujeto ha de hacerse deseable-.

Toda estrategia comunicacional tiende a la provocación del deseo de sí mismo en el otro.

La estrategia de seducción o de persuasión es estrategia de provocación, y provocación del deseo.

Cuando, como se ha dicho, el sujeto opta, al hacer de tal, por ofrecer al otro la mejor de las imágenes posibles, trata -lo consiga o no, esa es otra cuestión-.

Hacerse deseable, hasta el punto de obtener del otro el deseo que de él requiere para sí.