En la enfermedad mental, ocurre que en la persona se produce un desequilibrio que ahora y aquí lo enferma.
Pero no hay que olvidar que la persona (esa persona y no otra persona) está en una situación concreta.
Tendremos pues que saber y conocer de su realidad, si queremos entender y explicarnos su enfermedad.
Esta es la tarea de todo terapeuta, de ineludible análisis y detenida prospección.
Atender solo a lo que el paciente manifiesta en consulta que le ocurre (insomnio, nervios, angustia, falta de ganas de vivir), solo nos sirve para etiquetar una determinada forma de patología (depresión, por ejemplo). Pero lo que le ocurre, le ocurre por lo que él es, y por lo que él no es (o no ha podido ser).
Sugiere el profesor Carlos Castilla del Pino que “el que la Psicología/Psiquiatría en muchas ocasiones se detenga en lo meramente descriptivo (insomnio, falta de deseo, inhibición, tristeza), es decir en lo que el paciente manifiesta que le pasa, y nosotros “vemos” que le pasa, no deja de ser un procedimiento mecanicista y económico al que se viene recurriendo.
Pero, este enfoque, es un enfoque falso, además de reduccionista y erróneo, por cuanto que solo considera a la persona de forma aislada, y no como inmersa en una realidad en la que está y de la que es parte.
La indagación, por tanto, en la consulta, no solo ha de ser sobre lo que le pasa, como ha quedado dicho.
Hay que conocer cuando comenzó a pasar, cómo empieza lo que le pasa, con quién le pasa, por qué cree que le pasa, qué piensa sobre lo que le pasa, cómo no le pasaría…
Y por supuesto, hay que explorar en la totalidad de la biografía del sujeto, porque el origen de su enfermedad, está y tiene su razón de ser, en lo que él ha sido y en lo que está siendo
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