Lo que son las cosas y los sucesos psicológicamente, nos hace tener muy en cuenta, que lo que intercambian los seres humanos en su relación, no son realidades, es decir, no son objetos reales, sino vivencias reales, esto es, sus vivencias sobre lo que ocurre.

En este sentido, no podemos estar de acuerdo con el conductismo en el sentido del objeto de su estudio, que es la propia conducta objetivable, ya que negamos de ella, ese amplio sector que compone la intimidad del sujeto, la cual es imposible de negar solo con pensarlo.

Así ocurre, que en el acto de “estar en la realidad”, el sujeto, además de percibir, pensar y actuar -aquí se quedaría el conductismo- el sujeto valora la realidad, de acuerdo a las significaciones que los elementos de esa realidad poseen para él.

De esta forma, la situación, cualquier situación es la realidad interpretada por el sujeto, es decir “valorada”. El “campo” que como realidad se extiende ante la persona, no es solo un campo de percepciones y representaciones, sino que es un campo de valoraciones.

“La cosa”, es solo “la cosa”. Pero, cada vez que la aprehendo, le adhiero, además, una significación que depende de mí, de lo que para mí representa esa cosa.

Esto es lo que llamamos “significado”, y que no es sino estimación, o lo que es lo mismo,  el ejercicio de la función valorativa que el sujeto se impone necesariamente ante lo que percibe.