Leí, hace algún tiempo un artículo, sobre la ingeniería de la conducta.

Una ingeniería, que naturalmente, solo puede tener que ver con nuestro hacer; como si nuestros hechos y sentimientos se manifestaran a base de engranajes, mecanismos o números.

No hay ingeniería de la conducta, y esto, entre otras cosas, porque cada cual trae consigo “la marca de la casa”. Un “unto” que impregna nuestros haceres, y que es, precisamente, el que nos forja, la mayor parte de las veces, para ser como somos. 

Lo que aprendimos de muy jóvenes, articula una forma de ser y hacer, poco coincidente con los deseos que después, nos sobrevienen.

 Es el “esto no se dice”, “esto no se hace”, “esto no se toca” al que ponía música un cantautor español, y que deberíamos cambiar por un “esto SI…” se dice, se hace o se toca (dentro unos  límites… pero anchos).

Una sutil variación que, quizá, de llevarla a cabo… mejor nos iría.