La confianza,  suple a la inalcanzable certeza.

Nunca logramos algo ni siquiera aproximado  a la evidencia sobre las intenciones de los demás incluida nuestra pareja.

O nos fiamos o no nos fiamos de quien tenemos delante.

Pero también hemos de confiar en nosotros mismos, y confiar en nosotros mismos a este respecto, es confiar (dar crédito) a que nuestra teoría es todo lo acertada (lo «buena») que puede ser sobre el otro.

Esta confianza, se basa en la experiencia y la pericia que nos atribuimos.

En las situaciones que depara el comportamiento humano aplicamos los indicios, sospechas, inferencias, posibilidades… pero no certezas..

Nuestra relación con el otro procede, entonces, de la teoría que inicialmente construimos sobre él o ella, teoría que iremos modificando al compás de las sucesivas actuaciones que  “yo vaya viendo” del otro hacia mí.