La desconfianza “natural”, es algo con lo que nacemos. Y mejor que sea así.

La desconfianza normal, la que tenemos todos en el trato cotidiano, es una desconfianza saludable, protectora y necesaria.

 Sin una cierta desconfianza, un recelo, un secreto  o una intimidad no se puede ser persona ni uno sabría vivir.

 No se puede tener una ingenuidad permanente ni se puede ser transparente de continuo y para todo…

Si esto ocurre, entonces estás invadido.