Cuando las cosas son de la realidad de la persona, es decir, son mundo de la persona, esas “cosas” no son ya simplemente lo que son.

Todas esas cosas que me rodean, son lo que significan para esa persona.

Este significado humano, es más, este significado personal (propiamente mío) de las cosas, lo es en tanto que esas cosas son o pueden ser de valor para mí.

Es el significado de la realidad, que yo le doy, más que la realidad misma, lo que importa para el ser humano como persona.

La conocida formulación heidggeriana “el hombre está en el mundo”, es una ultimidad, desde luego cierta.

Pero, para la persona concreta, para el ser de cada cual, o sea, para mí, esta expresión es solo una evidencia, una verdad con la que se cuenta y que, de puro implícita, no se plantea.

Por otra parte, en el fondo, como todas las afirmaciones “gruesas” resulta ser una verdad inoperante.

Solo más acá de esa afirmación, puede la persona tener algo que hacer.

Porque, en efecto, toda persona está en el mundo, pero no todas las personas están en todo el mundo, sino cada cual en el suyo, circunscrito y limitado.

Es una realidad que comprende situaciones: económicas, sociales, espirituales, etc., o sea, en un sistema de “valores” más o menos expreso.