Una de las producciones del ser humano, más enigmáticas y opinables, que estudiamos algunos psicólogos en la consulta, son los sueños.
Los sueños, pueden ser interpretados, aunque nunca de manera generalista:
ningún sueño significa una cosa concreta para todo el mundo, sino que significa exclusivamente desde quien lo produce, y solo desde quien lo produce, puede tener un sentido; (lo lamento por quienes practican la «adivinación»).
El sueño, piénsese bien, es ABSOLUTAMENTE PERSONAL; es una realidad, y digo realidad porque es «un algo» real… (el sueño lo vemos y lo vivimos, a veces incluso nos angustia o sobresalta… realmente).
Además es algo exclusivamente íntimo, que nace y finaliza en el soñante, y cuya característica principal es que no está sujeto a su voluntad, con otras palabras: no podemos soñar lo que queramos y no podemos soñar con quien queramos.
Paradójicamente, siendo algo tan nuestro, resulta al mismo tiempo que está fuera de nuestro control.
Dice Carl Gustav Jung que:
“todo en el ser humano es esencialmente subjetivo, y quizá, lo más subjetivo de todo lo humano sea el sueño, dado que es un teatro donde el soñador es a la vez productor, autor, actor, escenario, público y crítico»
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