En modo alguno, hay que confundir nuestro yo con nuestro rol. El Yo, sería aquella formación mental que le hace a uno ser el que es… y no hacer del que hace”.

Así notamos, en el curso de nuestras relaciones (interacciones) que los demás confirman nuestra identidad, o la rechazan o… simplemente la ignoran.

El Yo es, en suma, la imagen de mí-mismo que  poseo, y en virtud de la cual  actúo porque los demás la requieren. El Yo, piénsese bien, es en muchas ocasiones requerido, y particularmente en algunas  situaciones en las que  los demás, “mi grupo”, me lo demandan apelando  a  él cuando mi comportamiento y mi forma de presentarme ante ellos, no se corresponde con lo que los demás saben (por mis relaciones y conductas anteriores) que soy.

Todos hemos sido requeridos a  “ser como somos…” cuando tratamos de imponer un comportamiento diferente al esperado. En ese momento, nuestro comportamiento es juzgado e inmediatamente reprochado; a veces con apelaciones como estas: “deja de hacerte el …”   ó   “… pero si tú sabes que no eres así… ¿porque haces como si lo fueras…?”.