La empatía, es uno de estos procesos. Un proceso dinámico de inferencias. No podemos conocer directamente los sentimientos de la otra persona, pero sí podemos hacer deducciones basadas en nuestra propia experiencia a partir de las “señales” trasmitidas por el otro, con todo él, comparándolas con nuestros propios recursos internos.
Kohut, entiende que en el proceso empático, en el análisis, quedan evidenciados los procesos de comprensión y explicación. Pero nos advierte que entre comprensión y explicación “no existe una clara diferenciación operativa”, pudiendo el analista combinarlos u oscilar entre ambos desdibujándose sus límites.
Entendido así, la propuesta es pensar en un concepto dinámico de empatía, en el que entramos como en “un encuentro” como en una “búsqueda” del propio modo de pensar o actuar en la experiencia de otra persona. Interpretamos, razonadamente, aunque no necesariamente de forma consciente, lo que una determinada experiencia significa o dice del otro en mí. Y las conclusiones que sacamos, debemos someterlas a confirmación o invalidación por medio del contraste con lo real, que en este caso, es la persona (ahora paciente) con quien me encuentro.
Un esquema de relación intersubjetiva, como es el caso que sucede en la consulta, debe ser capaz de contar con la comprensión empática no como una experiencia más sino, quizá, como “la experiencia”, contando con que en dicha relación habrá tanto momentos de fusión afectiva, como de conflicto, y esto porque “encuentro” y “desencuentro” constituyen situaciones que aparecen en las relaciones, sean de la índole que sean.
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