Sacerdocio, Ejercito y Prostitución, son tres de las profesiones más antiguas del mundo.

 Tres profesiones elevadoras. 

La primera, nos eleva el espíritu y perdona, cosa que…  calma mucho. Siempre la religión, ha estado ahí, para escuchar, dar consejo, imponer penitencias y condonar las conductas pecaminosas, por el perdón tan deseado por feligreses y adeptos.

 La segunda, defiende el espacio vital y el territorio, también la integridad física o, al menos, eso nos cuentan. El ejercito, siempre ha estado ligado a lo religioso. Desde tiempos muy remotos, Ejercito y Religión, han sido objeto de empatía y amistad recíproca.

Y es que la Religión, suele meter sus narices en todo y en todos. Esa curiosidad malsana, que sin embargo da confianza a la soldadesca y algo de paz interior a quien la utiliza con otros fines.

 Y la última, la prostitución, siempre que sea voluntaria y consentida, eleva y da firmeza, turgencia y satisfacción, a unos y a otras… que para todo hay.

Una profesión, auténticamente antigua, pues ofrecer el cuerpo, cuando no se tiene otra cosa que ofrecer, para conseguir así un mínimo intercambio carnal y monetario, cuando este último resulta un imprescindible para sobrevivir, no me parece ni criticable, ni recriminable. Más bien todo lo contrario.

 No hay un único oficio, más antiguo del mundo, aunque el que recibe tal distinción, entre la mayoría de los mortales, es el que más oxigena, deleita y sosiega.

También el que cuenta con una posibilidad de acceso más próximo para el pueblo llano.

 Convendría un marco legal de protección para este último que cito, ya que siendo, como dicen, el primero

parece tener derecho a igual merecimiento y trato que los otros.