Los antecedentes psicológicos, tantas veces nombrados en los informativos, no tienen por qué constituir un suceso inhabilitador.

 En la historia siempre los ha habido: “locos” geniales que nos han ilustrado (muchos), y deleitado (otros tantos):

Tolstói, Picasso, Gauguin, Lord Byron…

Sin embargo, da la impresión de que los trastornos psicológicos, siguen siendo un estigma en una sociedad en la que,

paradójicamente, cada vez abundan más.

 Ansiolíticos y antidepresivos, entran dentro de las prescripciones de los médicos de familia, y en los botiquines de cualquiera.

 Un 20 por ciento de la población, sufre depresión; y un 38 ansiedad moderada.

 Naturalmente, esto es lo declarado por las Administraciones Sanitarias, porque son datos de personas que han consultado como pacientes en un Servicio de Salud.

 Pero el porcentaje de los que no consultan, y padecen estos problemas…  y otros, desde el silencio de su intimidad,

incrementarían estas cifras en no sabemos cuánto.

 Convendría, empezar a admitir, que estos estados, hoy son parte de la vida.

Parte de esta que venimos en llamar sociedad moderna, y paradójicamente… del “bien-estar”, y que, de cuando en cuando

a todos nos visitan.